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sábado, 26 de enero de 2013

Margaritas.

Mirar el camino que he andado, mis huellas se han ido borrando con el tiempo. Esas huellas que un día hicieron de mi una niña feliz, la que disfrutaba desojando una margarita. Esas margaritas a las que le decías el nombre del chico que te gustaba y empezabas a desojar diciendo: Me quiere, no me quiere, me quiere... y así hasta desojar el ultimo pétalo. Si ese ultimo pétalo decía me quiere, yo me lo guardaba en el bolsillo de mi pantalón  y seguía mi camino con una sonrisa en los labios dejando mis huellas bien marcadas por el camino.
Ahora de nada vale desojar margaritas, o te quiere o no, una margarita no lo decide, pero eramos felices creyendo que si.
 La magia de la inocencia. 

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